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De la serie conflictos armados: | ||||
Guerra de Vietnam | ||||
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Lugar y fecha | Vietnam, 1961-1975 | |||
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Bandos | Buenos | Malos | ||
Fuerzas | Ejército guay americano |
Vietcong Hippies | ||
Comandantes | Francis Ford Coppola Oliver Stone Stanley Kubrick Silvester Stallone |
Jochimin Jane Fonda | ||
Armas | Un trillón de toneladas bombas Remachadoras de uniformes M-16 Carros de combate gordos Las valkirias Napalm infinito |
0 toneladas de bombas Remachadoras de uniformes AK-47 Chinos kamikazes ¿Has visto algún hippie armado? | ||
Bajas | muertos: 58000 heridos: 111111 prisioneros: John McCain y un huevazo de pilotos más |
muertos: 1.000.000.000.000 heridos: más que muertos prisioneros: 0 varios heridos por contusiones y numerosos detenidos | ||
Resultado | Victoria de Vietnam |
La Guerra de Vietnam fue una breve escaramuza de diez años jamás declarada entre unos marines que parecían sacados de películas y unos tíos feos, malos y sexualmente horribles llamados vietcongs. Ganaron los americanos, ya que consiguieron su principal objetivo: sacar suficientes anécdotas militares, sexuales y de otros temas como para rodar un montón de películas memorables. Los vietcongs tuvieron que conformarse con hacerse con una pequeña parcela de tierra casi deshabitada: Vietnam del sur. Hoy la guerra es recordad por la participación en ella de gente famosilla, como el sargento Seyomur Skinner, Forrest Gump… y por que fue durante ese conflicto cuando se inventaron los hippies para hacer más completas las huecas guerras actuales... ¡Es verdad, hay que decir cómo y por qué empezó la guerra! Vietnam del norte, país lleno de "commies" malos invade Vietnam del sur, lleno de "imperialists" malos. URSS con el norte, USA con el sur. Guerra fría en el más puro estado, que la disfrutéis.
Conclusión: Para una buena guerra hacen falta varios ingredientes: soldados guays de todo tipo, unos malos muy feos y raros, hippies tocando los huevos, políticos inútiles, armas peligrosas y paisajes exóticos llenos de drogas molonas. Que tome nota Bush para sus futuras trifulcas militares. A ver si las historia nos regala un par de guerras guays como esta y podemos gastar un par de euros en el cine para que la diversión esté asegurada.
No eran los cásicos buenos de la Segunda Guerra Mundial que vences sin problemas y con honor a unos comunistas malos muy malos, aquí eran unos buenos drogadictos y salidos que iban con ganas de repartir leña a la guerra, presentándose algunos de ellos como incluso malos. Una gran novedad en las guerras de USA, ya que un estaban acostumbrados a hacer un poquito de malos. Eso se ha solucionado con el tiempo. Los marines están más evolucionados y son mucho más molones y actuales que los de la Segunda Guerra Mundial.
Típicos tíos americanos que jugaban al fútbol americano, o no, también podían ser marginados sin novia, jóvenes de campo, no sé, había gente de todos sitios, pero todos eran de película.
Bueno, te mandaban una carta a casa donde decían: “No estamos en guerra con Vietnam del norte, pero te mandamos allí para que les pegues un par de tiros a los “commies” malvados. Hazlo por el senador McCarthy y el presidente Kennedy”. Total, que se iba con las fotos en bolas de la novia, la bandera americana y tal a Parrish Island, donde a los niñatos llorones se les convertía en mierda primero y después en soldados de todo tipo: frikis, salidos, duros…
«Escuchadme, reclutas, puede que esto os salve la vida... ¡John, deja de hablar de las putas vietnamitas!»
~ Instructor de la marina dando consejos a los reclutas antes de ir a Vietnam
Era durísimo. Te enviaban al campamento de entrenamiento de Parrish Island, donde los nuevos reclutas eran rapados al cero por el alto riesgo de que una plaga de piojos infectara a la tropa, ya que la mayoría de los reclutas eran los típicos primos ingenuos de campo que hasta los 16 se la pasaban jugando con el perro en el granero y saltando sobre charcos de barro llenos de mierda de vaca, y además, casi la mitad de los reclutas era negros de Haarlem, Bronx, Nueva Orleans y esos sitios típicos yanquis, considerados por el gobierno del momento como también llenos de pijos. El primer día se les mandaba al sargento de artillería Hartman para que les dejase claro quién mandaba allí y quien sabía hacer los chistes sobre ellos más buenos relacionándoles con vacas y maricones . El sargento Hartman, no obstante solía volver locos al 17% de los soldados que pasaban más de un mes con él. Eso se dejaba sentir en el combate contra el vietcong cuando un oficial volaba por los aires al lanzarle uno de sus soldados una granada. Desde que un tío llamado recluta patoso mató al sargento Hartman nada volvió a ser igual. Los otros instructores eran más blandos y ya no comían tungsteno, además, solían repetir mil veces la frase “recordad esto, puede que os salve la vida”.
Durante el entrenamiento los reclutas hacían como en las colonias del colegio: actividades que no les gustaban pero que por obligación y miedo mortal al sargento Hartman tenían que hacer. Se hacía largas caminatas con el fusil por la habitación cantando canciones de los boy scouts incluyendo algunas referencias al Vietcong y a los comunistas malvados “commies”, se corría todo el santo día por los alrededores, se ataba al recluta más marginado a la cama y se le daban cuatro… cientas ostias con almohadas llenas de cartuchos de escopeta y albaricoques en almíbar y se jugaba con escopetas. El sargento Hartman solía poner nombres ridículos a los reclutas, como recluta Bufón, recluta patoso o recluta cowboy o recluta copo de nieve, en fin. Si sobrevivían a estas semanas de instrucción ya los mandaban a Vietnam, si no, los enterraban en el cementerio de tu pueblo natal de Washington, Iowa o donde fuera.
A destacar que si alguien quería librarse del servicio sólo tenía que cursar estudios superiores (física nuclear, fontanería, química armamentística u otras cosas peliagudas de esas, como estudiar a los chimpancés…), alistarse en la guardia nacional… adivina quien lo hizo… Bush, o bien, pero esto ya te elevaba a la categoría de gilipollas y marginado social, declararte homosexual o insumiso. Los hippies se decantaban más por esta última, y así se quedaban en casita viendo la tele y fumando porros y escuchando rock por la radio, estos jóvenes tan guays eran unos 16 millones en toda la guerra, aunque a pesar de quedarse con la excusa “tengo el gas abierto”, contribuían a elevar la moral de los combatientes yendo a manifestaciones por la paz en Washington D.C. tirándoles piedras cuando volvían o simplemente follándose a sus novias mientras ellos estaban follándose a putitas vietnamitas en Saigón o haciendo surf en las playas de Vietnam.
Cuando llegaban a Vietnam, contentos y con la moral muy alta, los ya soldados de verdad, no “la mierda más baja de la sociedad” que decía el sargento Hartman, se encontraban con playas inmensas, selvas bonitas, marines guays populares y tías buenas por todos partes. La moral se multiplicaba por diez hasta que llegaban a ese campamento donde estaban destinados a pasar 365 días. En ese lugar se topaban con muchas comodidades, como un cine donde se proyectaban las noches películas de John Wayne o el club Disney. También circulaban docenas de revistas porno, drogas a mansalva y un montón de cosas más que convertían aquello en el paraíso. Imagínate al listillo de Forrest Gump y A Bubba el día que llegaron al campamento.
Normalmente, para hacer más animada la vida y fomentar un buen compañerismo entre los soldados, los oficiales organizaban varias expediciones peligrosísimas a la ruta Ho Chi Minh con objetivo de tocarle los huevos a Charli (el Vietcong) y que no transportara sus giliflautadas sin problemas. Etas expediciones solían acabar con entre 18 y 30 soldados metidos en ataúdes llenos de la droga que el famoso mafioso Denzel Washington vendía a bajo precio por sus dominios del Haarlem jodiéndole el negocio a la mafia italiana y a los irlandeses. Para evitar que toda la compañía fuera aniquilada por los vietcongs, se enviaban algunos helicópteros que les tenían que proteger. Esa era la función principal del 7º de caballería, que estaba al mando del teniente coronel Kilgore, un tío friki hasta la médula que llevaba el viejo sombrero que Custer se pudo en Little Big Horn, adquirido por cuatro chavos en un todo a cien de Saigón. Todo Huey (el helicóptero) debía estar equipado con por lo menos un reproductor de música para escuchar durante los ataques el himno del regimiento: La cabalgata de las valkirias, mientras caían bombas sobre Charli.
A veces se hacían visitas a aldeas vietnamitas vacías de vietcongs donde se confraternizaba mucho con la población. El que más lo hacía solía ser un tal sargento Barnes, que se jactaba de ser amigo de todos los vietnamitas que conocía. O conocía a 0 o a ninguno, el sabrá. Los civiles, muy contentos, por supuesto, bailaban para los soldados cuando estos les disparaban a los pies… también se divertían jugando a peleillas de broma a culatazos y con sangre de mentira, fumando marihuana y opio chino del bueno… algunas veces incluso ayudaban a los campesinos norvietnamitas a quemar rastrojos con el famoso napalm. ¡Oh, que olor tan bueno!
Los muchachillos que salvaban el pellejo en tales trifulcas volvían a la base y cobraban una pequeña paga insignificante, pero que bastaban para pagar todo tipo de vicios salidos en un país tercermundista llenos de chinos como era Vietnam del sur. La presencia de cientos de miles de tíos jóvenes, con dinero y ganas de gastarlo en diversión conllevaron la creación de toda una infraestructura de ocio basada en las preferencias de la tropa americana: Alcohol y prostitución. A este siniestro dúo, no tardaron en unirse las drogas, tradicionales en el sudeste asiático y que los soldados americanos exportaron a su país tras su regreso. Ya que los preservativos parecían más útiles para cubrir las bocachas de los fusiles que para su uso original, las enfermedades venéreas menudeaban entre los soldados, y eso a pesar de leyendas urbanas inventadas por la CIA destinadas a contener sus ardores sexuales como la famosa “sífilis negra” una variedad incurable que inutilizaba los órganos sexuales masculinos.
Había un huevazo de revistas, aunque sin duda la publicación más popular fue Grunt, una revista underground de humor ácido que se publicaba fuera del control del ejército. Los soldados también tenían acceso a publicaciones americanas, sobre todo tebeos y prensa pornográfica. Al contrario que en otras guerras, las novelas no gozaron de excesiva popularidad, al igual que la masturbación, aunque siempre había el típico “corto” que se hacía pajas pensando primero en Janes Fonda (hasta que se unió al vietcong) y más tarde, decepcionados, se veían obligados a pensar en la novia de su pueblo o en las animadoras del instituto.
Con la traición de Jane Fonda, muchos soldados se volvían locos y se presentaban voluntarios para misiones suicidas. Es famoso el caso del capitán Willard, que se presentó voluntario (es mentira, pero después dijo que fue así) para meterse en la boca del lobo y cargarse a un coronel desertor llamado Kurtz, consiguiéndolo con muchas dificultades y gracias a la aparición de unas chicas play boy que le dieron suficientes ánimos para hacerlo. Otros no tuvieron tanta suerte y se fueron al infierno. Tengamos en cuenta que algunos ya se habían vuelto rematadamente locos antes aún de llegar a Vietnam, con el sargento Hartman tocándoles las pelotas.
Los soldados llegaban contentísimos a casa esperando que una multitud les recibiera en el aeropuerto llamándoles héroes, pero les recibían los hippies entre insultos. Muchos pensaban que eso se debía a la ingesta masiva durante semanas de marihuana y no le dieron ninguna importancia, pero cuando veían las noticas por la tele y los periódicos, se iban dando cuenta de que más o menos ellos eran el equivalente a los nazis en la Segunda Guerra Mundial y que se habían convertido en payos marginados destinados a contarles historietas de la guerra a sus nietos dentro de muuuchos años. ¡Qué destino más ridículo para una máquina de matar salida!
Estaban tremendamente locos y tarados. Los más ineptos eran destinados al entrenamiento de los jóvenes reclutas. El sargento de artillería Hartman se presentó voluntario, conste. Los más bestias y aptos eran destinados al combate en la selva participando en unas operaciones de saqueos de aldeas de vietcongs. Pero el común fallo era meter a dos sargentos que no se caían, como el sargento Barnes y el sargento Elías, que acabaron con el primero matando al segunda de un tiro en la tripita, aunque gracias a Dios, este vil acto fue vengado, más tarde por el soldado Taylor, matando a Barnes con un guapísimo AK-47.
Todos estos actos bestias hacían caer en la ya mencionada locura a muchos oficiales, que acababan haciendo como recluta patoso (intentando fumar marihuana con el M-14 pero disparándoseles el arma causándoles la muerte) o bien desertaban y formaban unas hordas de locos vietnamitas a sus órdenes, causando gordísimos problemas al ejército. Suerte que se tenía al capitán Willard para ir a pescarlos, que si no… Kurtz habría ganado la ejército americano.
Nativos de Vietnam, parecidos a los chinos pero mucho menos inteligentes y doce veces menos serios que estos. Se dividían en los del norte y los del sur (esto me suena mucho). Había los de centro, que apoyaban a unos y a otros indistintamente, así como también tomaron cartas en la película Camboya y Laos, dos Vietnames más interiores cercanos a la India. Según explicaban los soldados americanos que volvían del Vietnam, los hombres eran feísimos, había que hacer uso del fusil M-16 numerosas veces para mantenerlos a raya, y frecuentemente eran los protagonistas de los chistes que el típico bromista del pelotón explicaba sustituyendo a Jaimito por el macho vietnamita (que de macho no tenía nada, si consideramos sus medidas...) En cambio, las tías estaban según esos mismos soldados, buenísimas, y como hemos dicho antes, gran parte de la paga de los marines iba destinada a hacerse con la compañía de estas señoritas tan agradables, que estaban desesperadas por conocer verdaderos hombres, ya que los de su país eran bastante "flojos".
Conocidos por los marines como "Bad commies" y "Charlies" o sencillamente "amarillos de mierda", eran los vietnamitas más listos y peligrosos. Se habían aliado con la URSS, que les vendía armas y aviones a cambio de toneladas de marihuana y opio. A pesar de eso, también eran los más feos y los que disparaban peor. Para evitar que los americanos los acaban haciendo trizas (cosa que siempre acababa pasando), se escondían en viejos túneles de skavens y hobbits (todos extinguidos ya). Su principal gesta fue la invención de la ruta Ho Chi Minh, que los americanos destruyeron tantas veces como veces volvió a aparecer. A trancas y barrancas, consiguieron llegar a Saigón.
Los vietcongs eran fácilmente reconocibles por llevar un gorro de paja chino francamente ridículo en la cabeza, ir armados con un AK-47, hablar en una lengua casi inventada y llevar chanclas. Solían ser gente de campo a la que se había lavado el cerebro con métodos inhumanos ya usado por Stalin en la Segunda Guerra Mundial. Se sabe que muchos vietcongs eran mujeres cansadas de quitar el polvo de sus casas y de cultivar arroz lleno de moscas que nadie compraba. La comida principal de las tropas vietcongs se componía de ratas gigantes chinas, serpientes y moscas, permitiéndose de vez en cuando a los oficiales comer pescado crudo.
Lo que más temían los vietcongs eran los soldados negros americanos, ya que nunca habían visto a nadie de ese color. De hecho, los soldados negros se sentían orgullosos de ser negros porque así podían auyentar ellos solitos a un batallón de vietcongs con sólo ponerse a saltar y a decir palabrotas del tipo "Fuck you".
Los vietsouths (término que acaba de inventarse el redactor del artículo) eran los vietnamitas más tontos en cuanto a ideas, pero más listos en cuanto a ganar dinero. Se componían en su mayoría por tías buenas que hacían delicias de los soldados yanquis y por los señores bajitos y feos que hacían de intermediarios para la obtención de las putitas vietnamitas. Eran de ideología capitalista, puesto que les encantaba ganar dinero, aunque por otro lado era doscientas veces más cobardes con los vietcongs, y tuvieron que venir los marines a quitarles las castañas del fuego. Los soldados americanos los llamaban "Ems" o simplemente "amarillos de mierda".
Los soldados de Vietnam del sur eran niños con armas baratas americanas que no tenían ni idea de disparar, pero como eran lo bastante duros para comer serpiente, fueron reclutados y entrenados. Su principal función era hacer de cebo para emboscadas, patrullar zonas donde se sospechaba que podía haber vietcongs y llevar jeringuillas a los soldados más blandengues en las expediciones a la selva.
Los hippies eran una sección de la demente población norteamericana que se decantaba por una alianza con la URSS con el fin de dominar el mundo y poder esclavizar a las demás naciones. Eso era imposible si los Estados Unidos se enfrentaban a Vietnam. Había que sacar de allí a los soldados, hacer que volvieran y pactar con las soviéticos. Hay que decir que los hippies creían que el comunismo molaba, pero no tenían ni idea de lo que era. Doscientas veces más efectivos que los vietcongs, los hippies sacaron de sus casillas al ridiculísimo gobierno americano y obligaron a las tropas a regresas a casa victoriosas. Eran fácilmente reconocibles: uniformes brillantes y coloridos y al igual que los marines también eran muy aficionados al sexo y a las drogas.
Sus caudillos e ídolos principales eran Jimi Hendrix, Bob Dylan y John Lennon, que eran adorados y venerados por todos, pero quien mandaba en serio y quien hacía de enlace con las tropas vietcongs era Jane Fonda, que aunque estaba buenísima de cojones, se sentía sexualmente atraída por el vietcong porque le encantaba el color rojo de su bandera y el color amarillo de su piel. Jane Fonda se unió al vietcong como general de artillería y se puso al mando de una batería antiaérea derribando el avión de John McCain, que cayó en la jungla, donde se vio rodeado por los viecongs más fieros, denominados "Tirándios" (con el ADN modificado para ser más animalotes). El piloto John McCain se puso en las botas de John McClane y se cargó a tres batallones enteros de Tiránidos, pero finalmente acabó la munición y fue hecho prisionero.
Cuando los marines, cuyo icono sexual era Jane Fonda se enteraron de su traición se volvieron más durillos con el vietcong y algunos desertaron. De hecho, era común encontrar fotos de Jane Fonda desnuda en las cuevas refugio de Charli, lo que provocaba que algunos soldados llorasen mucho. Rambo no era de esa clase, él para contrarrestar ese efecto se cepillaba a los Charlis en grupos de doce, pasando más tarde a dieciséis. Pero hay que tener presente que Rambo era el soldado más duro de todo el ejército y que sólo había uno.
En sí mismas, las tácticas eran muy básicas: bombardear con artillería y napalm los sitios donde se sabía seguro o no que había vietcongs, a riesgo de darle sin querer a unos niños que iban al colegio, a un granjero o peor a un, a algún desertor, convirtiendo la horrible y pestilente selva llena de serpientes, monos y chinos en un paraje civilizado por donde los tanques pudieran circular sin problemas.
Solían ser en compañías de unos 50 soldados al mando de un teniente. Tenía que haber soldados de todo tipo: el veterano, el cobarde, el negro cool, el sádico, el rockero… Con todos estos personajes ya había una buena expedición, y si a ello añadimos cerca de mil vietcongs armados hasta los dientes y sedientos de sangre americana, junto con una aldea llena de tías buenas con droga, ya tenemos un pedazo de expedición buenísima y clásica. Sólo faltaría el apoyo aéreo y el napalm. Peliculón asegurado. Además, en la Segunda Guerra Mundial se hacían aventurillas parecidas en las selvas de Tarawa, Guam, la Salomon y tal, y con los japos, que vienen a ser vietnamitas evolucionados.
Protagonizadas por vietcongs flacuchos y escuálidos armados con AK-47. La mayoría eran bajitos, feos y no tenían ni zapatos, quizás por eso la palmaron cerca de 2 millones de ellos, pero a los yanquis les daban un poco de miedo, así que a Ho Chi Minh le servían muy bien. Disparaban tiros sin apuntar matando al típico marine asno perdido que se quedaba de pie con ánimos de parecer duro. Unas veces eran de un sólo francotirador que se cepilla a medio pelotón de marines, como sucedió cuando el recluta Bufón visitaba Hue con su gente y fueron emboscados por una francotiradora que se cargó a la mitad. El mejor remedio contra estos indeseables eran los bombardeos masivos. Los fusiles de asalto M-14 y M-16, así como las granadas de mano y las pistolas M 1911 no eran tan efectivas como un buen puñado de bombas. Pero si se quería se podía hacer una buena historia con una emboscada clásica.
La compañía que solía sufrir más emboscadas completitas (de noche, insultos de los vietcongs en inglés con un pésimo acento, notitas colgadas de los árboles por la mañana, miedo a mansalva y todos los soldados muriendo uno a uno) era la Compañía C, la compañía Charlie, que era la más popular de todas. A veces la Fox o la Delta también pasaban por cuentos de estos.
«¡¿Hueles eso, lo hueles muchacho?! Napalm, hijo. ¡Nada en el mundo huele así, qué delicia oler napalm por la mañana! ¡Una vez durante 12 horas y cuando acabó todo subí! ¡No encontramos ni un cadáver de esos amarillos de meirda! ¡Que pestazo a gasolina quemada! ¡Aquella colina olía a victoria!»
~ Teniente Kilgore acerca del napalm
Nada que decir, simplemente lanzar mil toneladas de bombas y napalm a donde se suponía que había malos, ya está. Unos buenos efectos especiales lo solucionaban todo. Con estos bombazos, hasta el más duro vietcong (que debía alcanzar los 65 kilos tal vez) se meaba encima y se tiraba contra el suelo rezando a su Dios Lenin para que acabase con todo. Una forma más eficaz de librarse de los bombardeos masivos era meterse rápidamente en los túneles skaven secretos de la ruta Ho Chi Minh.
Durante la guerra se inventó una nueva lengua militar. Era una mezcla de terminología militar, del argot de los infantes de la Segunda Guerra Mundial y Corea, y de la jerga propia de los negros de Harlem llenos hasta la nariz de caballo.
La guerra fue divertidilla, pero duró diez años y pasó de todo, fue de película.
La zona tribal del Vietnam y sus lugares colindantes eran una colonia francesas de fabricación de cruasanes saturados de aceite de palma vietnamita con alguna mosca que se colaba. Llegaron en la Segunda Guerra Mundial las tropas japonesas, que sin comerlo no beberlo, hicieron que la mitad de los vietnamitas desaparecieran del mapa. Allí se hizo famoso el uso de las consoladoras sexuales de los oficiales gordinflones corta cabezas nipones. Pero una guerrilla de desertores británicos y chinos liberticidas comandada por el Chino Cudeiro se lanzó al monte para hacerle la vida imposible al ejército imperial japonés. Las acciones de esas tropas rebeldes consistían en hacer periódicas visitas a las tías buenas que se usaban como consoladoras para consolarlas un poco (en sentido metafórico, que todos sabemos que a pesar de ser tontaina con ganas, el Chino Cudeiro la tiene muy larga), y también ataques desastrosos para ellos a las vías de tren (de no ser por los ratones de la región (que consumían dos terceras partes del arroz), sus acciones y ataques habrían servido de algo. No fue así, los ratones eran partidarios de las potencias del Eje.
Como residuo de este grupo de guerrilleros quedó el vietcong, que por los años siguientes se dedicó a tocarle los huevos a Francia con sus pesadas preguntitas sobre la democracia y la URSS, las consecuencias de que, los franceses, hartos de tantas peguntitas, les respondieran, fueron que en sólo siete cortos años de guerra, Vietnam se librara oficialmente de franchutes mostachistas. Pero lo malo era que el líder del Vietcong no tenía claro que los amigos de la mitad sur del país fueran de verdad amigos...
La Guerra comenzó cuando el periódico Good Morning Vietnam sacó a los quioscos la primera tirada de ejemplares diciendo que Vietnam del Norte había declarado la guerra a Vietnam del Sur y sus tropas de amarillos soldados comunistas malos “bad commies” surcaban los ríos hacia Saigón navegando en canoas remando con al culta del kalashnikov a las órdenes de un malvado comunista descarriado de la fiel rama del Estalinismo cuyo nombre era Ho Chi Minh. En aquellos maravillosos años, el presidente de los Estados Unidos de América era un tal JFK. Cuando el día que estalló la guerra recibió sobre la mesa de su despacho de la casa blanca el Good Morning Vietnam ordenó enviar a los marines al país ese que no sabía ni donde estaba en realidad. Un gran número de soldados fueron allí y en doce días había salvado el pellejo de los pobres vietnamitas del sur. Lo malo era que se habían olvidado de lo primordial, la declaración de guerra estaba dentro de la sandwichera de JFK y no había huevos para ir a pedírsela. Se las hubo que apañar a tiros.
Desde ese año hasta 1968 hubo una calma relativa, con bombazos, emboscadas, ataques aéreos, incursiones a más no poder, sabotajes, asesinatos, violaciones… Pero no pasó anda importante hasta que ese mismo año Charli lanzó al ofensiva del Tet para reconquistar Vietnam del sur… fracasando contra los yanquis, aunque los hippies americanos lograron convertir esa desastrosa derrota en una gran victoria. El público medio americano se dejó comer el seso y la guerra ya estaba perdida. Sólo se quedaron más tiempo para disimular. Fue el bueno de Nixon quien tuvo esa idea, que llevaba años pensando... él solito. Lanzó varios ataques durillos, como el de la batalla de la colina de la hamburguesa, donde hubo mucha carne picada, como indica su nombre, o el asalto a Camboya, donde aparte de muchos camboyanos y dos cabras, no se encontraron a los vietnamitas que buscaban.
Todos creían que Nixon estaba chiflado, pero sucedió que comenzaron a salir buenas películas, la situación mejoraba. Charli avanzaba a paso de oca hacia Saigón, y los vietnamitas del sur ponían pies en polvorosa. En un pis pas, par 1975, Charli ya tenía Vietnam del Sur, pero con la llegada de Apoclaypse Now en 1979 la cosa mejoraba mucho, varios milloncejos de vietcongs murieron, y después se sumaron Platoon y La Chaqueta Metálica… ¡Victoria! comunistas llevaban varios años creyéndose que habían ganado y van y descubren que no era así... pobres. Ante tal derrota, la URSS decidió invadir Afganistán para tener su propio Vietnam, y vaya si lo tuvo, pero lo que no tuvo fueron estrategas cineastas que les dieran un dinerillo para seguir adelante.
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